Ese olor indescriptible que te indica cuando llega el verano...
Las ranas, los pájaros, la fuente y las campanas lejanas.
Las risas.
La suavidad del color rosa que parece rozar tu piel.
Y ese frescor al caer la tarde que indica que no hemos entrado de
lleno en el período estival aún.
Lacónico.
El momento del sexo tan bonito, tan privado y tan
poético que no quiero...
Tan natural.
La vida es bonita en función de los ojos que la miren. Visto desde
arriba, desde el sentimiento de pertenecer al Planeta Tierra, desde
un conejo que me mira y me sigue como la niña del bar, desde los
colores tan vitalistas del atardecer, desde este fresquito que me
toca los brazos, desde esta soledad compartida con el señor del
trípode que mira al infinito.
Siempre.