Recojo el lavavajillas.
Comienzo como lo hago habitualmente. El ritual es el siguiente:
vasos y tazas – platos y tarteras – cubiertos.
Pero hoy decido cambiar de orden, saltarme mi propia regla, de la que
nunca fui consciente hasta el instante en que decidí cambiarla. Dejo
el vaso y me pongo con los tenedores.