Y por fin estoy aquí. Ya está. Se acabó. Un pétalo de rosa cayendo, un zapato sobre mi
diminuta cabeza, el vaivén constante sobre el agua. Podría ser de cualquier forma, como de
cualquier forma mi madre me trajo al mundo. Bajo el mostrador de un puesto de pescado en el siglo
XVI o en un autobús urbano fuera de servicio en el siglo XXI.
¿Qué importa? ¿Qué importa el inicio y qué importa el final? Lo importante es el hilo,
amigo, ten en cuenta que siempre lo puedes cortar, porque ¿quién es dueña de mí si no yo misma?
Legal-ilegal.
Bim-bam.
(Risa)
¿A quién le importa en estos casos?
Todo lo grande del mundo se convierte en polvo ahora. Todos los problemas, todos los
cansancios, las discusiones... Ya no importan. CARPE DIEM. Y el pitido deja de sonar para entrar
en un estado de paz constante, eterna, ininterrumpida.
¿A qué más puede aspirar el hombre? Y la mujer. Claro que tú no tienes sentimientos. No.
Eres como una roca, como un chicle en el asfalto de hace años. Yo te quiero...
Y eso es lo único que importa. Somos libres. Y efímeros.
Lucas. Lucas en la oscuridad. La sonrisa de Lucas que enciende una luz inexistente entre
todos. Los mira pequeño, inocente, pero con pasión. No puede estar quieto, observa a los adultos fríos, concentrados y preocupados. Parece que un velo negro les cubre el alma.
Hay polvo en el suelo, un polvo oscuro debido a los humos de la fábrica. Las nubes son
siempre grisáceas también. Pero Lucas sabe que más allá siempre hay una estrella brillando, a pesar de las capas que le impiden ver.
Todos los días, Lucas le dice a los adultos que los quiere. Porque los quiere. Los quiere
mucho y no le importa si ellos no le devuelven las palabras, porque sabe cuáles son sus
sentimientos. En la sala en penumbra los silencios son incómodos, ya están acostumbrados.
No hay más que polvo y una alfombra que al principio era blanca. La temperatura nunca es
elevada y los cuerpos se enfrían, pero Lucas busca el calor de las sangres.